Soy un animal que aprendió a escribir
- Arturo De Sarratea
- 14 mar 2019
- 2 Min. de lectura
Soy un animal que aprendió a escribir
Tú
Otro animal que aprendió a leer
Escuchando estas palabras tus oídos en silencio
Un chercán sobre una rama trina
Otro animal oye a la distancia
Su lenguaje como símbolos que no entendemos por olvido
Veinte años se han cumplido desde la publicación del libro la magia de los sentidos, obra clave de la filosofía ecológica contemporánea. Su autor, David Abram, mediante una revisión de la fenomenología encarnada, propuesta por Merlau-Ponty, va abriendo caminos hacia una posible restauración de las relaciones con el mundo no-humano.
Lo animista, lo vivo en todo, se entiende más que como un asunto trascendental o místico, como una expresión profunda de la materialidad del mundo. En este sentido, si una piedra, un río o un tordo nos habla, no es porque algo o alguien, se comunique a través de ellos (no hay humanidad en todo); si no más bien, el proceso de percibir, se completa solo en la existencia y relación con nuestro mundo circundante, en un vínculo recíproco y constante. Las construcciones que podamos realizar respecto a los fenómenos vividos, no es un asunto que concierne sólo a nuestras experiencias como humanos con otros humanos, en cuanto la nuestra, es una historia tejida en un vínculo indestructible con este mundo en todas sus expresiones.
Veinte años más tarde, el avance en el reconocimiento, solidaridad y valoración de la legitimidad de otros seres sensibles, es innegable. Quizás los reflejos infinitos que aparecen de nuestro vínculo con "la naturaleza", sus seres y elementos, pudiesen ser un buen comienzo para avanzar en lo que hoy resulta urgente: volver la vista hacia nuestra propia humanidad, tensionando las formas de opresión y maltrato que nos brindamos unos a otros como especie.

Texto: Arturo De Sarratea
Fotografía: instagram @claudiaafur
































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