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Un relato del Invierno en Los Molles

  • Lorenzo Hughes
  • 11 jul 2017
  • 3 Min. de lectura

El día sábado, poco antes de comenzar la primera reunión de la jornada, anoté en mi libreta lo siguiente:

“El albatros abre el camino”

Ocurrió que nos encontrábamos en la playa con Arturo, afinando algunos detalles para el inicio, y de pronto pasó esta ave, con sus inmensas alas abiertas planeando a ras de las olas. Nos quedamos observándola con detenimiento, mientras avanzaba hacia el norte no muy lejos de la orilla, y tuve la sensación de que esta escena inauguraba el trabajo que comenzaría con el grupo unos minutos más tarde.

viento

mar

un grupo que percibe

estímulos intensos

silenciarse para escuchar

ya estamos aquí

me fijo en el azul del cielo

el mismo, pienso

que funda la creación

para el pueblo mapuche

Primera caminata, comenzamos a sentir el paso propio y el ritmo natural, con la curiosidad, los sentidos y el goce de lo espontáneo como guías.

Se acaba la arena, nos reunimos en el borde junto a una pared de rocas, todo está reverdecido, es invierno, crecen plantas incluso donde no hay tierra ¿quién sabe cómo?

Aparecen las primeras voces del grupo humano, lo gregario, el estar compartiendo como manada, pues somos también animales. Desde ahí, da la impresión de que no importa mucho el nombre ni a qué se dedica cada cual en su vida cotidiana, el estar juntos viviendo una experiencia común es lo que trasciende y nos vamos reconociendo.

la voz

tras la mar

la voz

con la mar

quizás no se oye la palabra exacta

pero sí se escucha

esa relación tan íntima

en la que vamos entrando

con lo natural

El compartir los alimentos, otro momento arcaico alojado en las memorias del ser humano, degustamos delicias de la tierra cocinadas con amor, la comida aparece como un espacio importante que también nos vincula.

Todo territorio tiene una historia, desde la ciencia nos informan que estas rocas tienen más de doscientos millones de años y que humanos han habitado por acá hace por lo menos unos ocho mil. Hay una raíz, un origen al cual podemos seguirle el rastro, y ayudados por los sonidos de instrumentos musicales y la capacidad que tenemos de imaginar, emprendemos un viaje en el tiempo, a ver dónde nos lleva.

Comienza a cambiar la luz, poco a poco el día va cayendo, entre el viento y el frío caminamos hacia el atardecer. Con las manos, moldeamos una bola de arena y la dejamos en la orilla junto a la línea de la marea. De pronto llega una ola, la figura se disuelve tal como el día.

ir con el atardecer

ser el atardecer

ser el surfista que corre entusiasmado

a abrazar la última ola

Oscuridad, explorar la noche, la posibilidad de ver ahí donde no vemos habitualmente. Acompañados, cruzamos el portal y encendemos la llama propia; desde ese reconocimiento hay una base segura para dar pasos hacia lo nuevo, a lo desconocido. Entrar en la inmensidad de la mar, reducir la distancia aparente y ver qué pasa, quizás las fronteras se disuelven por un instante.

Y luego el fuego, calor que abriga y cobija esa sensación de repliegue invernal en donde el silencio parece decir más que las palabras.

[Gracias por] el fulgor del fuego,

que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo

(J.L. Borges)

La hora del descanso, dormir en la profundidad de la noche con las olas de fondo.

Amanece, empieza el día, la oscuridad desplazándose y apareciendo la luz, los cuerpos activándose poco a poco, un buen alimento para lo que vendrá.

Y la última aventura de la jornada, vamos más allá de lo explorado hasta ese momento, cruzamos la cerca de madera que mantenía intocable el paraíso y tenemos la oportunidad de entrar en él. Sentado sobre la roca, veo que las personas comienzan a caminar, sondeando a un ritmo propio este nuevo territorio, la imagen me impacta.

parecen astronautas

explorando la luna

parecen astronautas

explorando marte

u otro planeta desconocido

a un paso flotante, leve y solemne

con un profundo respeto

enraizado en el asombro

por aquello que se ve

por vez primera

Un buen tiempo –sin tiempo- en el que cada quien se interiorizó en un vínculo con eso que no es tan fácil nombrar. Quizás lo natural, lo propio, lo esencial o lo misterioso, que aparece como una experiencia que abraza las almas.

una exploración

de profunda quietud

de profundo descanso

y recóndito invierno

arrulladora mar-madre

susurrando una canción de cuna

que nutre los espíritus

El día domingo, una vez finalizado el encuentro, me acerco a la orilla de la playa por última vez, aparece un albatros volando a ras de mar…

Muchas gracias a quienes compartimos este encuentro, en donde ha brotado, de manera profunda y simple, la fraternidad entre los seres humanos y el universo: Carmen, Iris, Susana, Claudia, Cristal, María Cristina, Gato, Macarena, Verónica, Miau, Priscila, Paloma, Daniela y Arturo.

Lorenzo Hughes F.

Invierno 2017.


 
 
 

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